Dos por persona
Esta es una historia de supermercado en la Venezuela socialista. Dígale a sus hijos que se vayan a acostar, que ya es tarde.
Nos enteramos de que había salsa de tomate en el Mercasa (no sé si se escribe así, no me importa tampoco) que queda frente al centro comercial Galerías Mall. Hicimos lo que se hace en estos casos en que uno consigue estas cosas que uno usa a diario y ya no se consiguen: dejar despavoridos todo lo que estábamos haciendo y nos fuimos inmediatamente - cédula laminada en mano - a comprar.
Sí, aquí, donde te robaron el celular. |
Llegamos y nos sorprendió el que no oliera a carne podrida. Verán, últimamente cada que vamos a un super hay algo que se ha podrido y se ha quedado olvidado ahí. Alguna cosa con la que habrán abastecido los anaqueles vacíos y nadie compró, porque la gente querría alguna nimiedad capitalista como papel tualé o leche.
Contentos, agarramos nuestra salsa de tomates Heinz y algunas otras cosas como para desayunos o cenas. No había mucha cola. De los productos regulados sólo había salsa de tomate y este es un bien olvidado por la mayoría del pueblo. 20 minutos después de estar calculando los 10 artículos por persona para pasar a la caja rápida, finalmente es nuestro turno.
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Aquí fuera a parar mi dinero si no lo administrara mi esposa. |
Mi esposa y yo vamos juntos, porque en el modelo financiero que hemos elegido para nuestro matrimonio, ella administra el dinero. Así que cuando yo lo gano, ella lo guarda y lo administra. Y como buena administradora, va a pagar las dos compras.
Procedo con el protocolo: saco mi cédula. Pongo el pulgar derecho en el capta-huella, pongo el otro pulgar. Compra aceptada. Escanean los artículos. Listo. A pagar. Mi esposa saca la tarjeta, y esta voz - que ustedes están cansados de escuchar al final de cualquier cola-; esta voz casi bovina con mirada espacial nos deja caer palabras como salidas desde su nariz: "Ayjm. Es no se puede hacer asíjm. Cada quiejm paga los suyojm".
La cajera. Esa carta nueva del tarot venezolano se levantaba, de nuevo, como un obstáculo entre lo que queríamos comprar y ... nada, pues, nosotros. No valió explicación, muestra de anillo, testimonio de suegros presentes para que este avatar del socialismo del siglo 21 nos creyera que estamos casados. No. Ustedes bien saben los que nos pidió: Acta de matrimonio y cédula con estado civil cambiado.
La insulté en formas que ni se dio cuenta, lo que es decir: le hice un Allup. Aunque pensándolo con cabeza fría: no tiene la culpa. Ella solo hace su trabajo. Está entrenada para joder, porque es jodida a diario. Como todos.
Pudimos comprar las cosas. Tenía un dinerito guardado en mi tarjeta vieja, y con una repartición nueva de artículos alcanzamos a repartir los gastos. Tenemos salsa de tomate, pero también el sueño quizá lejano de ver los capta-huellas quemados como símbolos de una era que nadie quiere recordar.
No queda de otra. Se dice. Sigámonos acostumbrando.
Ahora, lo más importante de todo este post. ¿No vieron qué bonito me queda decir Esposa?
Los vacilaron... Yo he comprado en supermercados junto con mi mamá y hemos pagado los productos de ambas con la tarjeta de mi papá, productos regulados o no regulados.
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