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Ha Long Bay

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No, no voy a hablar de Hanoi.  Bueno, les puedo decir que si Ho Chi Minh es Maracaibo, Ha Noi es La Puerta. O Mérida. Déjalo en Mérida. Está como mejor. Pero Ha Lonh Bay...  Estuve, qué, ¿2 semanas...? Algo así estuve tratando de encontrar palabras y coherencia para poder contar la experiencia por acá. Y mira, aquí me encuentro derrotado porque estoy seguro de que lo que diga no le hará justicia. Por esto mismo, déjame comenzar con decirte que si puedes, si algún día tienes la oportunidad de viajar, Ha Long Bay TIENE que ser un destino. Primero te cuento lo técnico: nos montamos en una especie de barco - tour, no lo suficiente grande como para llamarlo crucero. Aclass, se llamaba la compañía. Stellar, se llamaba el barco. Dos pisos, cabinas como para 30 personas a lo mucho. Precio razonable, comidas incluídas, bebidas no (pero si te esperas a la noche hay dos por uno, lo que hace que cualquier cosa sea ridículamente barata). Dos días incompletos, una noche. Para

El Hombre, la piedra y el Troll.

Llegó el hombre un mal día por la tarde y por detrás, como para que la piedra arrimada en la playa no lo viera llegar y le dijo: - ¡Piedra! Yo creo que usted es definitivamente una piedra negra. A lo que la piedra respondió: -...- El hombre, de pronto, rompe a reír a carcajadas. Cuando finalmente alcanza a recuperar suficiente aire como para articular palabras explica: -Sra. Piedra. La he troleado. Le dije que era negra, a pesar de que usted evidentemente es gris. Y usted se lo ha creído, enojandose graciosamente. Pero la piedra respondió: -…- El hombre, ante el silencio de la piedra, se enfureció. - Pero coño, piedra. ¿Tanto te cuesta admitir que te molestaste? Sinceramente, Sra. Piedra, el único objetivo que tiene este chiste es que usted se moleste, y aprenda a defenderse mejor de los que sí vienen con intenciones de engañarla. ¿Ve? Es un gesto de cariño. Pero tiene usted que molestarse y admitirlo. -…- Respondió la piedra. El hombre se levant

Lluvia

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Llueve. Todos los tipos de lluvia. Lluvia fina, gorda, de lado, y hasta hay veces que la lluvia parace venir de abajo. Así mismito como lo dice Forrest, así mismito es Saigón desde mayo hasta principios de diciembre. La lluvia es tal, que es parte de la identidad de la ciudad. Casi tanto como sus motos, de las que seguro han visto fotos o pueden ver si solo escriben Ho Chi Minh City en google.  Todos, incluso yo, tenemos un poncho o dos guardados en la maleta de la moto. Especialmente en la época de lluvia. No es exageración. Incluso si la pepa e sol está clavada en el cielo azul sin una sola nube, puede empezar a llover. Te puedes hacer un experto en las mañas que tiene la lluvia antes de caer -un poco de frío, un repentino cambio de clima, olor a tierra mojada (aunque aquí siempre huele a tierra mojada - pero igual te puede agarrar de sorpresa una lluvia de horas, de días, o de segundos.  Pero esto jamás paraliza a la ciudad, como lo haría con otras ciudades que conozco

Maraminh City

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¿Si lo pillan, verdad? Tienen el mismo perfil. La misma nariz. La barbilla salidita, el bigotico de prepuber. Se parecen igualitas. Lo único que esta sí tiene luz. Ho Chi Minh, digo. HCMC sí tiene luz, mucha. Tanto que el río que sirve de flujo sanguíneo de la ciudad no tiene descanso: siempre está lleno de colores y reflejos.  Ya varios me han dicho. Son igualitas, Maracaibo y Ho Chi Minh. Especialmente en la tarde, que aquí en Ho Chi Minh es fresca como aquellas tardes de cuando en Maracaibo había vegetación. En los ojos achinados y piel morena de los pocos peatones. En la silueta de los edificios ante ese sol tan amarillo tan nuestro y mira, tan de ellos.  Se parecen hassta en eso de que son dos ciudades. En Maracaibo viven esas dos ciudades con el problema de llamarse igual: Maracaibo, la de los edificios y Maracaibo, la vieja que tiene el espíritu como apagado y escondido, y que se derrama sobre la nueva Maracaibo cuando llueve y obliga a todo el mundo a callarse

La (media) vuelta al mundo en 6 días

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Cuando me dieron el trabajo en Vietnam, la primera preocupación fue el por dónde nos iban a traer hasta acá. Yo no tengo visa para entrar en Estados Unidos desde los años de Adán, y aplicar a una visa en Venezuela se estaba haciendo ridículamente difícil, como se puede ver en el diagrama de uno de los pasos iniciales antes de llenar la planilla en la figura a la derecha.  Pero claro, a pesar de comunicarle esto a Vietnam, ellos preferían pasarnos por EEUU. Era más barato, y habían harto más vuelos. Así que decidimos intentar aplicar a la Visa de tránsito, que debía ser más fácil ya que comunicaba la expresa intención de no quedarme en suelo Norte Americano, sino de ir a otro lugar en donde ya tenía contrato firmado y carta de aceptación y bla. Nada, la embajada de EEUU trató mi caso como una Visa de turista, primera vez, con todas las dificultades que eso implica. Todo, después de haber pagado la tarifa. 70000 bolos que no veremos jamás, porque por si todavía hay alguien que n

Venezuela se lo pierde: El Panda - Por Rafael Polanco

La primera impresión que tuve del panda es que era familia de alguien. A ver, no es que sea un golem creado por alguna extraña alquimia, es que la primera vez que lo vi fue en una foto con mi pana Alejandro, con quien compartía un más que curioso parecido. Y después dicen que las fotos no capturan el espíritu. Cosas del azar impulsado por la postmodernidad, que es bonito para “vainas que tiene el Facebook”, unos años después ese mismo carajo y otro puñado de personas serían parte de mi historia; el mejor party que me pudo poner el mundo por delante para lidiar con algo que no fue nada sencillo, emprender el viaje de regreso a casa. Mire usted que sería con el Panda con quien, por un acuerdo de esos sin palabras, compartí un vínculo que viene de haber visto el mundo y habértelo traído por dentro, y no querer soltarlo. Pero la cosa va a más. Primero fue Carlos por cortesía, luego pasó a ser Panda por complicidad y eventualmente Senpai por derecho propio. Sin duda que de Carlos he

Pandaventuras: En camino a Vietnam

En camino a Vietnam: Sao Paulo Pisar la línea que marcaba la salida del espacio nacional de Venezuela en el aeropuerto fue una especie de hito, aunque aún Lucía se queja por lo rápido y poco ceremonial que yo lo hice: simplemente di el paso. Ya afuera hemos estado más sensibles a las diferencias. Los tratos más distintos – más amables, porque los Venezolanos ahorita tenemos dificultades siéndolo – los acentos y ya aquí en Sao Paulo, las lenguas. Empiezo a recordar a los americanos que trabajan en la Escuela Bella Vista, cuando salían conmigo en Maracaibo, y martillaban su español para hacerse entender y mira, sobrevivir. Así me ha tocado con el portugués que, afortunadamente, se parece lo suficiente al español como para yo hacerme entender, como un perfecto idiota, pero hemos comido. Hasta pudimos salvarnos de la evangelización repentina de un aficionado de Pare de Sufrir – no estoy jodiendo – con un EU NO FALAR PORTUGUES. Parar de sufrir, bueno. Para eso estamos saliendo