El Hombre, la piedra y el Troll.

Llegó el hombre un mal día por la tarde y por detrás, como para que la piedra arrimada en la playa no lo viera llegar y le dijo:

- ¡Piedra! Yo creo que usted es definitivamente una piedra negra.

A lo que la piedra respondió:

-...-

El hombre, de pronto, rompe a reír a carcajadas. Cuando finalmente alcanza a recuperar suficiente aire como para articular palabras explica:

-Sra. Piedra. La he troleado. Le dije que era negra, a pesar de que usted evidentemente es gris. Y usted se lo ha creído, enojandose graciosamente.

Pero la piedra respondió:

-…-

El hombre, ante el silencio de la piedra, se enfureció.

-Pero coño, piedra. ¿Tanto te cuesta admitir que te molestaste? Sinceramente, Sra. Piedra, el único objetivo que tiene este chiste es que usted se moleste, y aprenda a defenderse mejor de los que sí vienen con intenciones de engañarla. ¿Ve? Es un gesto de cariño. Pero tiene usted que molestarse y admitirlo.
-…- Respondió la piedra.

El hombre se levanta, fúrico, patea arena, árbol, aire y piedra, ante lo que llora del dolor.

-Sra. Piedra, pero no es para que nos pusiéramos violentos. Ya, está bien. No me juego más con usted.

Y la piedra, en la arena, inamovible, respondió:

-...-.

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