Venezuela se lo pierde III: César
El viejito, aunque de viejo no tiene nada. Ni siquiera el cansancio propio de los viejos, como yo, que tengo 30 años y ya estoy retecansado. De hecho, pocas veces lo he visto dormir, a pesar de que estuvo conmigo en los viajes del barco, y fue uno de los fundadores iniciales del GOEN, y viajamos juntos a Caracas incontables veces por cosas de la embajada, o el barco, o quién sabe qué más. Menos veces lo he visto borracho (de hecho, ninguna vez), a pesar de que lo llaman Kanpai Senpai, por su infinita sed de los más variados licores. En Yamagata nos tocó hospedarnos en la misma casa, y la familia tuvo la decencia de preguntarnos qué es lo que más queríamos ver de Japón. Yo dije lo que saben, los templos. Él, el sake. Por su culpa terminé probando más tipos de sake de lo que podía contar, y no recuerdo con claridad un día entero de mi viaje por el norte de Japón. Pero él, nada. Completico. Seguía bebiendo incluso después de que recuperé la conciencia. De él depende mucho el GOEN, pues fue quien, con su alto nivel de japonés, se echó en los hombros la labor de llevar al grupo piloto del GOEN a un nivel intermedio. Tan bien hablaba el japonés, que dejó una novia en Japón, a cuyos brazos inevitablemente tuvo que regresar.
Ya está allá, con ella. Y espero que esté cumpliendo todo lo que soñó. Que mucho le costó, indecibles sufrimientos, estar allá.
Amaba a Venezuela como pocos, pero como siempre: Venezuela se lo pierde.
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