¿Por qué estoy vivo?


Hoy me atracaron. Esto no es ni noticia ni sorpresa. Vivo en Venezuela y si aquí tienes cuerpo y respiras es probable que te hayan atracado (y si no, eres el próximo). El detalle no es ese. El detalle es que me atracaron estando jugando juegos de mesa en mi casa. Pero claro, esto tampoco es especial. En mi círculo cercano conozco al menos a dos a los que también han atracado en su casa (a uno hasta lo amarraron): en Venezuela la idea de que estás seguro en tu casa es una absoluta falacia, por lo que esto tampoco es sorpresa. La vaina es más complicada, porque me atracaron haciendo lo que me gusta más: estar en el lugar al que dediqué dos años de entero trabajo sin lucro, que ayudé a construir, y que ahora, florecido, apoyo cada que puedo para que siga en su labor de educar y ofrecer oportunidades de mejor futuro a cambio de sonrisas, de satisfación. Pero qué digo, de qué me quejo, la mayoría de las ONG han sufrido una suerte similar, o peor, pues han sido aplastadas directamente por no estar en la línea propagandística del Gran Hermano. Qué va. Soy Venezolano, Estas cosas ya deberían ser cosa del día a día. Cosas que aguantamos. Cosas de nuestro quéhacer cotidiano. Lo que no es tan cotiano es estar a punto de morir (bueno, ya, sí. Es cotidiano aquí) pero no para todos. No para mí.

Tuve la certeza de que el tiro venía. No cuando nos atracan: el día a día de los ladrones en el no-país de Venezuela no puede estar tan lleno de tiros y muertos. Es fastidioso para el negocio. Estuve seguro de que no la contaba cuando encontraron la caja fuerte de la casa, y no me dió tiempo de darles la mala noticia de que la caja es decorativa porque no tiene absolutamente nada y no se puede abrir. El hombre escuchó de mi boca que no la abriría, porque no sabía la combinación, y apuntó a mi cabeza diciendo: "Lo siento, chamín". Qué risa. Morir por una caja fuerte que tiene papeles y telarañas.

Pero no me mató. La cuento acá. Por alguna razón que escapa a mi entender me dejó vivo y tomó las piches cosas de valor que quedan en una casa de familia de clase media baja golpeada por la Venezuela Revolucionaria. Se fueron, y me quedé con un mal sabor que me dio extrañeza. Vertale, estoy vivo. Ya estaba listo para el tiro en la frente y nada, estoy vivo. ¿Por qué? Todavía tengo el terror de escuchar el plomazo. Pero nada. ¿Miedo?

¿Tengo miedo?




Pero si ya viví. ¿Por qué carajos estoy vivo, y por qué carajos tengo miedo?



Nada. La aguanté, y ahora me toca la difícil tarea de responder esas preguntas. Y seguir brindando.






Comentarios

  1. Quiero que sepa, amigo mío, que lo quiero muchísimo. Por una parte, es muy chimbo que haya ocurrido esto. Pero por otra, me alegra de todo corazón que haya podido vivir para contarla. Aún le quedan muchos años por vivir y los que estamos a su alrededor y lo amamos queremos seguir compartiendo éstos junto a usted. Queda la cicatriz; toca aprender a vivir con ésta, lamentablemente. Se lo dice alguien que vivió eso y vive para contarla. Sin embargo, pareciera que el dolor se alivia un poco gracias a quienes tenemos en nuestro alrededor, o al menos así lo viví yo, y de todo corazón espero que para usted sea igual. Se le aprecia muchísimo.

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  3. Estoy vivo porque Dios me quiere vivo, eso es lo que me digo a mi mismo desde hace 5 años, después de un sorpresivo "quieto chamo" y de ver como un tipo se paró frente a mi y me disparó todas las balas que tenía en su pistola negra y cuadrada.
    La incertidumbre y el miedo que sentí justo después de levantarme del suelo, con los oidos tapados y el sabor de la sangre y arena en mi boca, cuando me monté en el carro y no sabía si iba a llegar a la clínica, es lo más fuerte que he vivido; y que después en la clínica le preguntes a las enfermeras si vas a vivir y ellas te digan "mijo rezá", es algo tragicómico. Desde ese momento supe que en la clínica me iban a dejar morir y afortunadamente minutos despues toda mi familia llegó y me llevaron a hosp. universitario, porque en esa clínica no habían cirujanos de guardia, ni siquiera había una ambulancia. Una vez allá supe que tenía 7 tiros en todo el cuerpo y que lo peor ya había pasado.

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