Maraminh City



¿Si lo pillan, verdad? Tienen el mismo perfil. La misma nariz. La barbilla salidita, el bigotico de prepuber. Se parecen igualitas. Lo único que esta sí tiene luz. Ho Chi Minh, digo. HCMC sí tiene luz, mucha. Tanto que el río que sirve de flujo sanguíneo de la ciudad no tiene descanso: siempre está lleno de colores y reflejos. 

Ya varios me han dicho. Son igualitas, Maracaibo y Ho Chi Minh. Especialmente en la tarde, que aquí en Ho Chi Minh es fresca como aquellas tardes de cuando en Maracaibo había vegetación. En los ojos achinados y piel morena de los pocos peatones. En la silueta de los edificios ante ese sol tan amarillo tan nuestro y mira, tan de ellos. 

Se parecen hassta en eso de que son dos ciudades. En Maracaibo viven esas dos ciudades con el problema de llamarse igual: Maracaibo, la de los edificios y Maracaibo, la vieja que tiene el espíritu como apagado y escondido, y que se derrama sobre la nueva Maracaibo cuando llueve y obliga a todo el mundo a callarse y a esconderse para ser, al fin, vivible. Acá tienen dos nombres: Ho Chi Minh, para esta ciudad que es la segunda más dinámica del mundo, y Saigon, para la que se esconde en el polvo de los caphe más viejos, en los ladrillos de la Notre Dame, en las maletas de la Conchinchina. 

Pero no son las mismas. Maracaibo quiere ser Ho Chi Minh, pero no sabe vivir bajo la lluvia. Quiere ser Saigon, pero olvidó su historia. Quiere ser ciudad, pero se queda en pueblo. Quiere ser Ho Chi Minh, pero de noche se apaga en terror, mientras Ho Chi Minh sale a pescar. 

El mismo perfil, pero no el mismo frente. 



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