Mi Querencia V: La calle
Siempre me llamó la atención el
término “patear la calle”. A lo mucho se le podrá dar un pisotón, pensaba yo
cuando chiquito, que lo escuché por primera vez. Se lo escuchaba a este tipo
calvo y seriesón que salía en la tele y todo el mundo trataba como la persona
más importante de Venezuela. El presidente Pérez, que pateaba la calle. ¿Y qué
le había hecho la pobre calle?
A mí me caía bien la calle. No veía
razón para patearla. A ver, si corríamos mucho en ella. Cada tarde a las 3
después de terminar la tarea era hora de salir a jugar con los de la calle. Los
muchachos. Neutro, que incluía muchachas también que eran parte de los
muchachos pues. El escondite, el toquitoqui, cuidado al cruzar la calle,
pelota, futbol, el bobo. Ya más grandes era sentarse en el muro a hablar, o jugar
la botellita y pegar labios sin saber qué hacer. Nuestra propia versión de Charlie
Charlie, los secretos y los empates. Carajo, qué bien me caía la calle.
Lamentablemente me tuve que mudar a
un edificio y la calle fue remplazada por el parque, lo los apartamentos de los
panas. No duró mucho. Siempre estuve de alguna manera u otra conectado a la
casa desde donde, mirá vos, estoy escribiendo estas líneas.
Pero qué terror cuando volví.
Ya no había nadie.
Nadie jugaba,
besaba, hablaba, contaba, soñaba. Nadie salía a la calle.
Ahora todos le tenían
miedo.
Dos atracos después aprendí también
a tenerle miedo, y ni modo, me dieron ganas de patear la calle.
Pero por respeto, aún no lo he
hecho.
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